mujer con trenza recogiendo verduras en el huerto

Un clima más cálido significa más hambre: El solapamiento de la seguridad alimentaria y nuestro medio ambiente

Según un informe publicado en 2023 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en la actualidad se considera que hay unos 821 millones de personas desnutridas en todo el mundo. Esta falta de alimentación tiene un amplio abanico de consecuencias, como el retraso del crecimiento (que afecta actualmente a 151 millones de niños menores de cinco años), la carencia de hierro en millones de mujeres y niñas, y la obesidad, que afecta a miles de millones de personas.

El hambre y la seguridad alimentaria tienen que ver tanto con la nutrición como con la disponibilidad de alimentos en general. Para que se considere que una persona tiene seguridad alimentaria, debe tener acceso a alimentos sanos y asequibles que satisfagan sus necesidades dietéticas y le permitan llevar un estilo de vida productivo y activo. Otras consideraciones son la proximidad física (los alimentos deben ser accesibles) y la estabilidad (los alimentos deben estar siempre disponibles).

Sin embargo, es un error pensar que sólo porque un hogar tenga cerca una variedad de proveedores de alimentos -establecimientos de comida rápida, por ejemplo- ese hogar tiene por defecto seguridad alimentaria. Si las opciones de alimentos no contienen opciones frescas y nutritivas que puedan apoyar un estilo de vida saludable cuando se consumen de forma sistemática, no entra dentro de la definición de seguridad alimentaria.

Factores medioambientales e inseguridad alimentaria

Una amplia gama de factores puede hacer que una persona sea susceptible a la inseguridad alimentaria, incluyendo la raza y el origen étnico, la situación laboral, los ingresos, el costo de los comestibles, el barrio en el que viven, e incluso la política. El racismo sistémico y las barreras para las comunidades discapacitadas son dos cuestiones monumentales que no abordaremos en el artículo de hoy, pero que es increíblemente importante señalar; para comprender el daño real que se ha hecho cuando se trata de la falta desproporcionada de acceso a alimentos nutritivos.

Nuestro entorno global, nacional y local -las comunidades en las que vivimos, así como la salud de los ecosistemas y los hábitats- también desempeña un papel importante a la hora de decidir qué alimentos están disponibles y en qué cantidades. He aquí un rápido desglose de algunas de las formas más impactantes en que el estado actual de nuestro medio ambiente está afectando a la seguridad alimentaria tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.

Acceso al agua potable

El agua potable insalubre plantea muchos riesgos sanitarios bien conocidos, como la propagación de enfermedades y el aumento de la malnutrición por falta de riego para la agricultura. La gente necesita poder beber agua de forma segura y utilizarla para cultivar y preparar sus alimentos. La falta de agua implica una mayor dependencia de alimentos que carecen de los nutrientes adecuados. En la actualidad, unos 2.400 millones de personas (y alrededor del 40% de las tierras de cultivo del mundo) viven en países que sufren estrés hídrico y/o escasez de agua. Sin embargo, se prevé que la demanda mundial de alimentos y agua -con los sistemas actuales todavía en funcionamiento- aumente un 50% de aquí a 2050. Esto es sencillamente insostenible y el hambre en el mundo no hará sino empeorar.

Pesca y acuicultura

Unos océanos limpios y sanos significan abundancia de pescado; un hecho increíblemente importante cuando se trata de seguridad alimentaria, ya que más de tres mil millones de personas en todo el mundo dependen del pescado y el marisco como principal fuente de proteínas. Actualmente se calcula que los seres humanos capturan unos 200 millones de toneladas de pescado al año. Si a esto le sumamos el aumento de los niveles de acidez de los océanos, la creciente contaminación marina por plásticos y la pérdida de hábitats marinos en todo el mundo, el resultado es una receta para el hambre. Las prácticas pesqueras y acuícolas , cuando no se llevan a cabo de manera sostenible , conducen directamente a la inseguridad alimentaria.

Cultivos oleaginosos y degradación forestal

Los cultivos oleaginosos tropicales como la palma, la soja, el algodón y la colza se conocen como cultivos "oleaginosos" y han cambiado drásticamente tanto la agricultura como el paisaje de los trópicos en los últimos veinte años. Como la demanda sigue disparándose, cada vez se talan más sabanas y bosques tropicales para dejar paso a las oleaginosas, y en detrimento de muchos ecosistemas críticos. La degradación del suelo, el uso del agua en zonas que ya sufren escasez y el aumento de la contaminación son ejemplos de ello. El uso de semillas oleaginosas en la creación de biocombustibles también afecta a la demanda de los productos y aumenta su coste, con la consiguiente disminución de la seguridad alimentaria.

Sistemas agrícolas y ganaderos

Tanto el cultivo de alimentos como la cría de ganado son actividades que consumen muchos recursos e influyen directamente en las tierras, el suministro de agua y el hambre. Cómo cultivamos nuestros alimentos influye en la tierra en la que los cultivamos, lo que a su vez afecta a la cantidad de alimentos que cultivamos. Aunque las prácticas actuales de monocultivo pueden ser beneficiosas para el agricultor (ahora mismo), las consecuencias medioambientales serán perjudiciales, como ya lo son.

Los monocultivos agotan los nutrientes de los suelos, que necesitan mucha más agua y fertilizantes para producir una cosecha sana. Y sin embargo, gran parte de lo que se cultiva en el corazón de Estados Unidos son alimentos que se destinan directamente a la alimentación animal, no humana. Las frutas y verduras frescas se cultivan principalmente en las costas y tienen que enviarse a otros estados, lo que aumenta el precio de estos alimentos más densos en nutrientes y los hace menos accesibles para todas las personas.

Seguridad alimentaria y cambio climático

La producción de un exceso extremo de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero debido a actividades humanas como la industria, la agricultura y el transporte nos ha llevado a donde estamos ahora: un planeta que se calienta muy rápidamente(1,1 °C hasta ahora) y unos sistemas alimentarios incapaces de adaptarse. A medida que la temperatura media mundial siga aumentando, con olas de calor más largas e intensas en regiones de todo el planeta, también aumentarán los casos de fenómenos meteorológicos extremos, como la sequía. Los científicos calculan que podría haber hasta 1.500 millones de refugiados climáticos en 2050 debido a los desastres climáticos y a la incapacidad de adaptarse y satisfacer las necesidades de la comunidad al mismo ritmo que los cambios medioambientales extremos, y esto incluye en gran medida los alimentos.

El aumento de las temperaturas, los cambios en las precipitaciones y los fenómenos meteorológicos extremos afectan a la producción agrícola. ¿Cuál es el resultado? Costes mucho más elevados de los alimentos, especialmente de productos básicos como el trigo, del que dependen miles de millones de personas cada día. También es probable que los cultivos que se produzcan tengan una calidad nutricional mucho menor.

"El cambio climático puede afectar a la disponibilidad, el acceso y la utilización de los alimentos, así como a la estabilidad de cada uno de estos aspectos a lo largo del tiempo".

En cuanto a quiénes serán los más afectados por estos cambios, la respuesta es quienes ya padecen inseguridad alimentaria o corren un riesgo mucho mayor de padecerla, incluidos los hogares con bajos ingresos, las comunidades de color, las mujeres y los niños.

Entonces, ¿qué hacemos al respecto?

Soluciones medioambientales contra la inseguridad alimentaria

No hay una única respuesta correcta cuando se trata de mejorar tanto la seguridad alimentaria como nuestro medio ambiente. Va a requerir la aplicación de muchas soluciones que trabajen juntas para abordar algunos de los mayores retos medioambientales y sistémicos de la actualidad. Un buen punto de partida es introducir la agricultura regenerativa y adaptada al clima a una escala mucho mayor. Mejorando nuestra forma de trabajar la tierra, podemos enriquecer el suelo y mejorar la polinización , aumentando al mismo tiempo la producción de cultivos.

Pero tener más alimentos no es la única respuesta al problema. Debemos garantizar que todo el mundo tenga acceso a estos alimentos nutritivos y, para ello, debemos abordar el problema del desperdicio de alimentos. Sólo en Estados Unidos, más de un tercio de los alimentos se desperdicia. Es una cantidad vergonzosa de alimentos que no sirven para alimentar a nuestros ciudadanos y que, en cambio, van a parar a un vertedero, contribuyendo a la producción de gas metano y empeorando nuestro clima. Examinar más de cerca nuestros sistemas alimentarios y abordar las causas de este desperdicio (por ejemplo, el transporte) puede ayudarnos a racionalizar nuestra producción de alimentos y mejorar la accesibilidad general.

Otra opción, aunque quizá menos popular, es reducir la producción y el consumo de carne, una categoría de alimentos que consume muchos recursos. Reduciendo el consumo de carne e incorporando métodos más sostenibles de pastoreo y cría de ganado, podemos reducir significativamente la huella de carbono del sector agrícola al tiempo que hacemos mayor hincapié en las proteínas de origen vegetal, que suelen ser más accesibles que sus homólogas de origen animal.

Y, por último, la educación. En concreto, la educación de las mujeres y las niñas desempeña un enorme papel en la seguridad alimentaria y la salud medioambiental en todo el mundo. Especialmente en el mundo en desarrollo, las mujeres desempeñan un papel integral en la seguridad alimentaria y la agricultura, produciendo entre el 60% y el 80% de los alimentos en los países en desarrollo (y alrededor del 50% de la producción mundial de alimentos). Sin embargo, las desigualdades de género -como la falta de educación- impiden a las mujeres aprovechar todo su potencial. Si ampliamos la educación de las mujeres y las niñas, no sólo igualaremos las condiciones entre hombres y mujeres, sino que ampliaremos las oportunidades de acceso y producción de alimentos nutritivos y sanos.

"Si se permite a las mujeres acceder en igualdad de condiciones a la educación, varias piezas del rompecabezas de la seguridad alimentaria encajarán... Aumentará el gasto de los hogares en nutrición, mejorarán los resultados de la salud infantil y se rediseñarán los sistemas sociales -para las mujeres, por las mujeres- para prestar un apoyo con los mayores efectos multiplicadores."

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